26 de abril de 2024
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‘Etapas de la vida humana’, por Delfín Lozano

Opinión

4 de octubre de 2022

«Solo se vive una vez»

Parece ser que siempre en la historia de la humanidad han venido conviviendo varias generaciones, pero después de que la ciencia ha venido investigando el cuerpo humano durante muchos años y ha conseguido que la longevidad humana sea una realidad, en el Siglo XXI nos encontramos conviviendo algunas generaciones más de las que venían siendo habituales.

Esta situación está creando un problema social importante, porque todo el mundo quiere tener mayor longevidad, pero parece ser que la regulación que procedería hacer sobre este tema no se está realizando.

Posiblemente, si la vida no se redujera casi todo a dinero, y los llamados intelectuales analizaran la vida del ser humano como una serie de etapas que todos pretendemos vivir y no utilizaran sus conocimientos para hacer una distinción interesada de cómo es cada etapa humana, las mentes humanas podrían ir asumiendo cada etapa como algo natural.

Es lamentable cómo se destaca en todos los aspectos la importancia de la juventud, que no hay por qué no valorarla, pero no en detrimento de otras generaciones, porque biológicamente nada se puede variar, pero hacer ver al ser humano que, pasada la juventud, el resto es sinónimo de fin de vida, es un gran error.

Quizás habría que formar, informar e ir asumiendo que la vida dura lo que dura, que el ser humano no decide las fechas de caducidad y que cualquier etapa de la vida es vivible, sin tener como objetivo volver hacia atrás o correr más de lo debido, salvo alguna excepción vendible por los llamados expertos y que solo pretenden utilizar nuestras emociones para que les genere más dinero.

Cada ser humano tiene su propia percepción del tema, con vivencias diferentes y la gran mayoría de ellas marcadas por el entorno en el que han sido ubicados. La convivencia generacional siempre ha sido compleja, pero en la actualidad comienza a ser difícil, porque ya no solo existen las diferencias en la edad, sino en la compresión de las formas de vida de unas y de otras, influyendo excesivamente la utilización de las nuevas tecnologías, que para unas es una prioridad y para otras son prácticamente incompresibles.

Posiblemente si el incremento de la información y del conocimiento fuera una cosa que se utilizara para que el ser humano fuera más feliz, la cosa tendría sentido, pero cuando estamos viendo constantemente que el único objetivo que se vislumbra es el económico, caben pocas soluciones, con lo que, debido a la gran dependencia que tenemos del dinero, nos queda lo de siempre, utilizar nuestro cerebro y nuestros sentimientos.

Quizás una forma de analizar este tema podría ser la siguiente:

En la etapa de 0 a 10 años, el ser humano, de una manera inconsciente, utiliza el tiempo en ver y escuchar a sus progenitores, comienza el período de doma, de una forma similar a lo que se hace con las mascotas, y a realizar, de una manera ordenada, sus necesidades vitales.

De 10 a 25 años es cuando continúa el período de doma, que habitualmente se conoce como educación. Comienza a conocer la consciencia, la forma de utilización de todo lo que biológicamente tiene su cuerpo y a desarrollar sus 98.000 millones de neuronas.

De 25 a 55 años quizás sea la etapa de mayor actividad y se suele utilizar en intentar cumplir tus objetivos, los cuáles suelen estar muy influenciados por los espejos en los que te miras o en lo que te vende la sociedad. Continúas intentando conseguir esos objetivos marcados para al final llegar a lo que la sociedad denomina como jubilación o fin de tu vida laboral retribuida.

Cuando se llega al final de la vida laboral puedes llegar marcado por no haber cumplido tus objetivos y tener que continuar intentando rematarlos de alguna manera o, por el contrario, haberlos cumplido e incluso haber realizado un relevo generacional adecuado.

Las grandes dificultades de algunas generaciones saltan a la vista constantemente y en casi todos los frentes vemos cómo las normativas de las grandes empresas, de la banca y de las propias administraciones públicas, incluidas las locales, toman medidas genéricas para toda la población, sin tener en cuenta las dificultades de acceso a la información de esas generaciones y no acertando en una política optativa, donde cada ser humano actúe en función de sus capacidades.

Están muy de actualidad la actuación de la banca, obligando, de alguna manera, a utilizar a todo el mundo una actividad informática, la sanidad evitando las gestiones presenciales, las diferentes administraciones, como Hacienda, instando a realizar todas las operaciones a través de Internet o las grandes superficies haciendo de uso común el pago con tarjeta o teléfono móvil. A ello se suman los sorteos promocionales de los supermercados y las cartas de bares y restaurantes, a través del Código QR, y el Ayuntamiento de Laguna de Duero, con el hecho de haber suprimido la emisión de avisos personalizados para el cobro de sus impuestos, lo que obliga de forma genérica a disponer de un ordenador, un móvil y una mínima formación de uso.

Quizás si analizáramos nuestra propia historia personal, veríamos cómo las generaciones anteriores, con grandes diferencias en conocimiento, tenían más comunicación entre ellas y además se respetaba al máximo la jerarquía familiar, no solo la forma impositiva, sino por pura sensibilidad emocional.

Posiblemente las personas de edades más avanzadas no sean capaces de asumir un margen de esperanza en sus vidas, pero si cada una de ellas asumiera la vida en función de la etapa que le toca vivir y el resto de la sociedad no los tratara como seres a extinguir, la vida podría ser más llevadera.

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