Fecha: 24 septiembre, 2015
87 pueblos fueron fundados en toda latinoamérica por los 3.650 vallisoletanos que llegaron al Nuevo Mundo entre los siglos XVI y XVII, entre los que destacaron los frailes laguneros del Abrojo por su intensa labor
Vallisoletanos de todos los pueblos de la provincia desempeñaron un papel protagonista a la hora de colonizar América y Filipinas durante los siglos XVI y XVII. 87 pueblos fueron fundados por todo el territorio latinoamericano -entre los que figuran numerosos enclaves con el nombre de Medina o Portillo- mientras que en la capital vallisoletana fijó su sede el Consejo de Indias, órgano supremo de Gobierno del Nuevo Mundo, convirtiéndose en un punto neurálgico a nivel mundial.
Por este motivo muchos de los vallisoletanos que emigraron a América eran servidores de funcionarios y gobernantes de las tierras recién conquistadas, aunque también figuran frailes, mercaderes, soldados y conquistadores, artesanos e incluso labradores. Más de la mitad de ellos se afincaron en Perú y México, y la mayoría se embarcaban teniendo entre 16 y 30 años. Casi todos eran solteros, debido a las dificultades que atravesaban hasta normalizar su vida en el Nuevo Mundo.
Eran pocas las mujeres que emigraban -solo dos laguneras figuran en los archivos- y la mayoría viajaban con sus maridos o familiares. Aunque solo hay datos de una decena de vecinos de la aldea de Laguna embarcados en esta primera aventura transatlántica, se desconoce el destino de muchos otros debido a la falta de fuentes documentales.
El importante papel de los frailes del Abrojo
Tal y como recoge Javier Palomar en El Cronicón, los frailes del convento lagunero del Abrojo brillaron con luz propia por sus labores culturales y pedagógicas en el Nuevo Mundo. En concreto, el guardián del convento, Juan de Zumárraga, fue nombrado Obispo de México, llevándose consigo a fray Andrés de Olmos y comenzando una dilatada labor evangelizadora y de catequesis que se prolongó por dos décadas. Zumárraga compatibilizó estas labores con amplios estudios etnográficos que llevó a cabo a través de numerosos viajes por las tierras de los pueblos indígenas.
Destacó la fundación de la imprenta en Nueva España y su tratado de las antigüedades mexicanas. Desgraciadamente la mayoría de sus obras, que llegaron a ser 14, se perdieron, y aunque se volvió a escribir una versión reducida de la misma, esta también desapareció. Zumárraga realizó estudios pioneros de las lenguas indígenas, siendo el primero en escribir una gramática mexicana.
El Capitán que dejó en su testamento 30.000 pesos para los pobres de Laguna
Un capitán vallisoletano con antepasados en Laguna, Sebastián Ruiz de Enebro, murió en el siglo XVI en Ciudad de México dejando un testamento de 30.000 pesos destinados a la Ermita de Nuestra Señora del Villar. Nadie sabe qué actos llevaron al capitán a querer redimirse en su lecho de muerte, pero su intensa preocupación por la salvación de su alma era evidente: ordenó pagar cien misas por él y recibir oraciones de todos los beneficiaros de su legado.
Su herencia, que pensaba distribuirse a través de una fundación, incluía una partida para la enseñanza de las primeras letras a los niños pobres. Sin embargo, de los 30.000 pesos solo llegaron 6.000 a Laguna. El resto se perdería entre trámites burocráticos y diversos comisionistas.
El dinero que llegó sirvió para pagar a un maestro, así como para auxiliar a algunos huérfanos y niños desgraciados. También ayudó a los descendientes del capitán, pertenecientes a una nobleza venida a menos con el paso de los años. La herencia de Ruiz de Enebro se convertiría más tarde en el Banco de Laguna, cuyas gentes utilizaron para obtener préstamos cuando deseaban hacer inversiones.