Fecha: 6 noviembre, 2018
La ganadora de la última edición de los Premios Cascajo trabaja como investigadora en terapia celular avanzada en el IOBA de la Universidad de Valladolid
Frente al tópico tristemente popularizado del investigador obligado a buscar su porvenir en el extranjero, y en una lucha constante por salir adelante en su propia tierra, muchos científicos pelean, con uñas y dientes, por labrar su futuro en España. En el caso de Laguna de Duero, uno de los mejores ejemplos lo encontramos en Sara Galindo de la Rosa, ganadora del Premio Cascajo 2018 a la mejor trayectoria profesional, una bióloga que atesora un currículum ejemplar y que trabaja, a día de hoy, como investigadora postdoctoral, en el Instituto Universitario de Oftalmobiología Aplicada de la Universidad de Valladolid.
La vocación de Galindo nace en las aulas del IES María Moliner -un centro ampliamente galardonado en la última edición de estos premios a la excelencia-, donde, tras interesarse en un primer momento por los estudios de veterinaria, terminaría decantándose por la biología, una carrera que cursó en Salamanca y que despertaría definitivamente su curiosidad y su pasión por el trabajo en el laboratorio. “En un principio me interesaba la rama de los animales, pero viendo cómo se trabajaba en diferentes departamentos terminé planteándome el mundo de la investigación”, recuerda.
Tras licenciarse, en 2008, cursó el máster en investigación en Ciencias de la Visión en la UVa, convirtiéndose en doctora -con premio extraordinario Cum Laude- en 2015 con mención internacional gracias a su estancia realizada en el University College de Londres. Sus méritos le permitieron, asimismo, conseguir una beca para trabajar directamente en Valladolid, en el IOBA, donde tuvo la fortuna de poder seguir investigando sobre su tesis, que ya estaba enfocada sobre el uso de células madre para las enfermedades de la superficie de la córnea.
El hecho de que justo en ese momento saliese adelante el proyecto de una farmacéutica -Ferrer Internacional- sobre la temática tratada en sus proyectos fue un empujón que le ha permitido seguir en los laboratorios, con contratos prorrogrados, hasta el día de hoy. Concretamente, Sara Galindo trabaja en el grupo de superficie ocular, el cual se dedica a la terapia celular avanzada y de ingeniería de tejidos; unas investigaciones en las que se usan células madre para infinidad de enfermedades. Sin ir más lejos, entre ellas se encuentra la insuficiencia límbica, una afección que impide la correcta regeneración de la superficie ocular y que puede llegar a producir dolorosas úlceras e incluso ceguera. “Básicamente nos dedicamos a buscar alternativas. Hemos hecho un primer ensayo clínico con pacientes y los resultados son muy prometedores, aunque aún falta mucho trabajo”, señala la investigadora.
Tal y como detalla, estos proyectos alcanzan nivel regional y nacional, con distintas convocatorias promovidas de la Junta y del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. “Actualmente, y tal y cómo están las cosas, se pretende financiar los grupos de investigación al 50% con dinero público y al 50% con inversión privada”, señala Galindo, quien considera que “tras la crisis no podemos depender al 100% de ayudas del estado, porque cuando vienen mal dadas estaríamos perdidos”. En este sentido, señala además que “en los últimos años las farmacéuticas están apostando mucho por la investigación en universidades, cuando antes tenían sus propios equipos dentro de sus empresas: se han dado cuenta de que tenemos mucho potencial y talento”.
A pesar de todo, “la cosa sigue complicada”, para los investigadores, “sobre todo a nivel de contratación de personal”. “Durante cuatro años tuve un puesto seguro, pero ahora mi reto es mantenerme aquí”, señala Galindo, cuyos compañeros en ocasiones no han tenido tanta suerte y se han visto obligados a seguir sus carreras en el extranjero. “Lo peor no es marcharse, puesto que es una oportunidad, sino que después no hay posibilidades de volver”, lamenta la investigadora.
Entre sus retos está ahora pedir sus propios proyectos y ayudas, a nivel regional, para seguir desarrollando sus investigaciones. “Otra opción sería la docencia, aunque también es complicado, puesto que hay mucha gente con muy buenos perfiles pujando por las plazas”, señala, destacando que “la única opción de poder seguir investigando de por vida es obtener un puesto de profesor en la Universidad”. Con siete artículos científicos publicados, veintinueve congresos nacionales e internacionales y seis premios a sus espaldas, la lagunera seguirá dando pasos para sacar adelante sus investigaciones, buscando mejoras aplicables desde casa y demostrando que la fuga de cerebros es solo una opción y no un imperativo.