Fecha: 22 enero, 2019
Cada 17 de enero, los labradores del municipio invocaban las bondades del Santo para proteger la salud de sus animales, en muchos casos principal fuente de sustento y herramienta de trabajo
Entre las tradiciones perdidas en el tiempo por los laguneros destaca la festividad de San Antón, una de las más importantes cada año en el pueblo. Prueba de ello es que el Santo tenía, incluso, su propia cofradía. Esta devoción se explica porque los animales, y muy especialmente las caballerías, fueron, durante siglos, compañeros de fatigas que pasaban la mayor parte de su existencia unidos a un mulero que los llamaba por su nombre, los alimentaba y los hablaba cuando araban o acarreaban para que realizaran bien su tarea. En una sociedad eminentemente agrícola y ganadera, los animales eran la principal fuente de sustento y herramienta de trabajo para las familias, muchas de las cuales dependían de machos, mulas, burros y bueyes para poder salir adelante.
Por esta razón, cada 17 de enero los labradores invocaban a San Antón para que intercediera por la buena salud de sus fieles servidores. Conocido como el patrón de los animales, este Santo era celebrado con gran júbilo por todos los vecinos. Ese día se llevaban a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción a las caballerías, e incluso hasta los corderos y los gatos, con la pretensión de buscar el amparo del santo y el augurio de la buena salud. Tal y como recoge el historiador Javier Palomar en ‘Laguna de Memoria’, esos días los animales acudían al templo sagrado engalanados, limpios y con la cola preparada para la ocasión. En cuanto tocaban las campanas, salían las caballerías de los corrales, dirigiéndose a la plaza de la Iglesia. Una vez allí, sus amos ponían velas al santo, y el cura salía a la portada.
Con el santo presidiendo la celebración en el exterior, este bendecía la reunión de animales allí congregada, que iba desfilando frente a la iglesia, arrancándose las gentes más jóvenes con alguna coplilla popular surgida del ingenio del pueblo. Como colofón a la fiesta, la Cofradía del Santo organizaba ese mismo día un baile en la plaza, y durante la jornada no se sacaban los animales al campo, puesto que, tal y como reza el refrán popular: ‘San Antón de enero: descansa el animal y trabaja el mulero’. Como muchas otras tradiciones laguneras, poco a poco, y con los años, San Antón fue perdiendo fuerza y devoción, aunque, a día de hoy, todavía queda en la memoria de los labradores, algunos de los cuales mantienen su celebración.
Las caballerías estaban muy presentes en la vida de los laguneros. En la fotografía principal, celebración de la peña ‘Los Cuberos’, en 1953.