Fecha: 11 mayo, 2018
Durante los sesenta, inició una práctica nunca antes vista en la región, en un tiempo en que los festejos taurinos populares eran la gran sensación del pueblo
Aunque los taurinos más veteranos apenas recuerden ya una de las suertes más añejas del ‘Arte de Cúchares’, el salto de la garrocha fue, en su día, una moda que causó furor entre los aficionados a los festejos taurinos populares. Y fue precisamente un lagunero, ‘Paquito’ Gutiérrez, quien se atrevió a introducirlo en nuestra región. Lo hizo inspirado por el estilo de un torero que había visto en Madrid, el cordobés Antonio Porras. “Me ví capaz de hacerlo, calculando bien las distancias con el toro”, afirma Gutiérrez, quien empezó entrenando con su perro de caza.
Corría el año 1967 y las Plazas de Toros eran un hervidero donde la sociedad de la época daba rienda suelta a la fiesta. Por entonces las varas se usaban para “picar” a las reses desde los toriles, si bien ‘Paquito’ decidió darle un nuevo uso a aquel palo sorprendiendo a todos los vecinos. “No se me olvidará nunca la primera vez, nunca me había palpitado el corazón así”, afirma, señalando que “hace falta valor para correr hacia el astado”. En aquel entonces, Timoteo Herrera -concejal de Festejos- alentaba al saltador a animar el festejo a través de un megáfono.
Al ser la primera vez que algo así se veía en una plaza castellana, ‘Paquito’ tuvo ocasión de repetir su gesta en otros cosos de la región. “Por entonces se estilaban mucho los ‘maletillas’, que iban por las capeas de los pueblos haciendo cortes y jugándose la vida -tenía mucho mérito torear esos toros, que venían de lidiar en otras plazas- para después pedir dinero al público”, afirma. En ciertas ocasiones, y como curiosidad, estos ‘maletillas’ incluso invitaron a ‘Paquito’ a pasar el capote con ellos y dar la vuelta al ruedo para repartirse las monedas que el público lanzaba desde el graderío, en vista de lo mucho que habían aplaudido al saltador.
“Yo solo lo hacía por diversión”, afirma Gutiérrez, quien nunca se planteó ganarse la vida seriamente en el toreo, aunque no le faltaron oportunidades. ‘Paquito’ recuerda que por entonces no había en los pueblos festejos serios, sino encierros y capeas, y señala que el primer matador que toreó en Laguna fue Pablo Yustos, en 1963, y lo hizo en el improvisado ruedo que se instalaba en la Plaza Mayor.
Por entonces esta plaza se rodeaba con una talanquera de madera, carros y remolques. Más tarde se alquilaría una plaza portatil que vino de Tordesillas, y que después fue comprada, cambiándose de ubicación en varias ocasiones, mientras que los encierros transcurrían por las calles del centro del municipio. ‘Paquito’ recuerda que en aquella época en la costa brava se estilaba mucho, para los primeros turistas que venían, el reclamo de los toros y las capeas, y se ofrecía trabajo a los toreros castellanos.
Sin embargo, según el saltador, “todo ha ido evolucionando, y si antes nadie faltaba a los festejos, hoy en día no tiene respaldo”. “Es una pena pero de aquí a unos años solo quedarán los San Fermines, San Isidro, Sevilla y poco más”, señala Gutiérrez, quien cree que “la gente acude a los encierros por el reclamo de la hostelería, pero no está dispuesta a pagar por ver los espectáculos”. Unos cambios que ha ido apreciando tras cinco décadas como aficionado al mundo de los toros.