Fecha: 4 noviembre, 2014

Se cumplen cien años desde la inauguración de su sede, que albergó una cooperativa agraria y hoy ya es parte de nuestro patrimonio

Atravesando la calle Sol destaca la presencia de un vetusto edificio que, para desconocimiento de muchos, ha marcado la historia del municipio y es hoy un referente protegido de nuestro patrimonio. Hablamos del Círculo Católico Obrero, una sede que fue la primera cooperativa agraria, sindicato de socorro mutuo y centro de enseñanza para los trabajadores. Rememoramos su historia en el primer centenario tras su fundación en 1914.

Impulsados por sectores conservadores del momento, los Círculos Católicos nacieron en promoción de un sindicalismo que contrarrestase otras tendencias progresistas como el socialismo. Concretamente el de Laguna nació bajo influencia de la fundación del Círculo de Valladolid en 1884. Comenzó a funcionar este en el municipio en 1907, aunque no fue hasta 1914 cuando se fundó la sede que ha perdurado hasta la actualidad. Esta se costeó con el trabajo y aportaciones de más de 150 socios. En su inauguración, un acto anunciado a bombo y platillo, se llevó a cabo una solemne misa con gran apoyo popular. Había brotado el germen de un proyecto que, poco a poco, acabaría viendose impregnado por el carácter de los socios laguneros, que fueron aumentando exponencialmente.

Desde 1909 ya se puso en marcha una escuela nocturna para socios jornaleros. Las gentes humildes del campo tendrían así su oportunidad de aprender las primeras letras al regreso de su jornada. También existió desde 1910 una caja de socorros mutuos. Mediante una cuota mensual lograban llenarse las arcas para auxiliar a socios enfermos, ancianos, imposibilitados o familiares de socios difuntos. Existía la figura del visitador, que controlaba la evolución del convaleciente para evitar fraudes.

Como  cofradía que era, el Círculo acompañaba a los socios difuntos  en su fallecimiento, encargando el funeral y velando al compañero. Otro de los proyectos más destacados del Círculo fue la cooperativa de consumidores, cuyo objetivo era abaratar y distribuir artículos de primera necesidad. Existía un repartidor encargado de administrar productos como alubias o patatas.

Finalmente los problemas de gestión y el déficit acabaron en los años veinte con la cooperativa, pero la experiencia demostró una capacidad de iniciativa y gran madurez entre los jornaleros. Por último, el Círculo servía como lugar de ocio. En él estaba ubicada la cantina de Miguel, lugar de esparcimiento donde los socios echaban la partida, conversaban y tomaban el refresco diario. Fuente: El Cronicón (2004), Javier Palomar del Río

La lucha por la conservación de un edificio histórico

Hace alrededor de diez años el Círculo volvía a los titulares, esta vez bajo riesgo de desaparición. Los daños sufridos por el edificio, que se encontraba en deterioro grave, y la intención de parte de los socios de venderlo a determinadas empresas para la construcción de viviendas ponía en peligro la sostenibilidad de esta pieza del patrimonio lagunero.

En vista del problema, el Ayuntamiento propuso hacerse cargo de la restauración, eso sí, pasando por la cesión de la propiedad -de carácter privado- a la entidad municipal. El Consistorio planteaba la cesión como imprescindible para poder obtener financiación oficial. A la idea se opusieron buena parte de los socios. Atenta al peligro que suponía el desmantelamiento del enclave, la asociación protectora del patrimonio histórico y artístico de Laguna (APHAL) intervino para conservarlo, apelando al patrimonio común de los laguneros. Actualmente el Círculo sigue en manos de los socios, que lo usan con fines lúdicos, y tras su protección como patrimonio histórico no existe ya riesgo de demolición de un recuerdo de la historia que nos pertecene a todos.