Fecha: 21 marzo, 2018

Celia Fernández lleva más de seis años en India, donde trabaja como arquitecta en proyectos urbanísticos de gran escala

Desde que conoció la India durante su viaje de fin de carrera, Celia Fernández supo que este podía ser un destino óptimo para desarrollar su carrera. Cuando, al terminar su máster en la Universidad de Sevilla, recibió la oferta de trabajo de un estudio de Bangalore, no se lo pensó ni un minuto. Seis años y medio después, la arquitecta lagunera trabaja en Delhi, donde desarrolla proyectos urbanísticos a gran escala.

¿Cómo ha sido tu estancia durante estos años?

Llegué en 2011 a Bangalore, donde estuve dos años haciendo proyectos educativos de bajo presupuesto (ONGs, Universidades públicas…) lo cual fue un gran desafío y un trabajo muy bonito y gratificante. Después de volver un año y medio a España regresé a un estudio de Hyderabad, donde hacíamos concursos de ideas internacionales. Desde 2016 estoy en Delhi, donde trabajo como manager en proyectos de gran escala, como un Palacio de Justicia o planes urbanísticos, la mayoría para el gobierno.

La crisis ha afectado muy duramente a tu sector. ¿Marcharte te ha permitido desarrollar tu carrera?

En mi caso ya había trabajado en Valladolid y Burgos cuando la crisis aún no había llegado y era fácil encontrar trabajo en buenas condiciones, de modo que mi decisión fue un afán de aventura. La ventaja para mí fue encontrar trabajo ‘de lo mío’ nada más acabar el máster, cosa que no pudieron decir muchos compañeros. Algunos se verían forzados a salir, y de los que nos fuimos todos seguimos fuera, y no precisamente en Europa, sino en lugares tan lejanos como Chile, Malasia o Australia. Aunque se dice que últimamente “la cosa se está moviendo”, quienes se quedaron trabajan en algo relacionado con la arquitectura, pero con condiciones y sueldos cuestionables.

¿Qué puedes contarnos de Delhi?

¡Es inmensa! La aglomeración urbana cuenta con más de 25 millones de personas venidas de toda India y del mundo. Es un caos maravilloso lleno de ruido, colores, gente increíble, coches, con una historia apasionante, con una contaminación altísima y llena de pobres muy pobres y de ricos muy ricos. La gente india es muy acogedora y hospitalaria, muy curiosa por lo diferente y muy tranquila. En el resto de India se dice que la gente de Delhi es arrogante y fría, y con cierta actitud de superioridad. Yo no coincido con esto, y me cuesta generalizar, pero sí es cierto que se nota que es la capital del país.

¿Qué diferencias has encontrado viviendo allí?

La cultura es muy diferente en la mayoría de los aspectos, pero hay algunas cosas en las que sorprendentemente me siento muy cercana, como por ejemplo la importancia que se le da a la familia. Me cuesta encontrar ventajas sociales: la sanidad y la educación públicas son muy mejorables, así como las ayudas sociales o el transporte público. Las diferencias sociales son muy acusadas, y hay mucho camino que recorrer en cuanto a igualdad de género, racismo u orientaciones sexuales. En el plano económico una gran parte de la población tiene que arreglárselas con 50 euros al mes para toda la familia, mientras que otra parte, no tan pequeña, paga 5000 euros al mes por el colegio de los niños. Es un país de contrastes, y a veces cuesta mucho digerirlos.

¿Qué anécdotas han marcado tu estancia allí?

Hay muchas y cada día hay algo diferente que aprendo o de lo que me sorprendo. Afortunadamente tengo muchos buenos recuerdos y nunca me ha pasado nada grave ni me he llevado ningún susto. Nunca olvidaré cuando estaba viajando sola por el norte del país y tenía que coger un tren en un pueblo a las cuatro de la mañana. Estaba un poco asustada porque estaba siendo una irresponsable al estar sola en esas circunstancias. Pregunté a un chico por el andén de mi tren, y se quedó sorprendido de que no fuera en primera clase. Se preocupó de entrar conmigo en el vagón, buscarme un sitio, despertó a todo el mundo y les dijo que se ocuparan de mí. Creo que la adaptación depende mucho de cada uno y de lo abierto que seas a lo diferente.

¿Has encontrado dificultades por ser mujer?

Como mujer de clase media, extranjera y blanca, las dificultades son muchas menos. Aún así, en ocasiones basta que haya un hombre contigo para que algunas personas te ignoren y solo se dirijan a él. O he oído algún comentario por el simple hecho de ir en falda por la calle. Son problemas menores si se comparan con lo que sufren millones de niñas y mujeres, sobre todo de los estamentos más bajos de la sociedad. Es un problema muy complejo y muy arraigado y falta mucha educación y concienciación. Afortunadamente creo que la situación mejora poquito a poquito.

¿Qué otros lugares has tenido ocasión de visitar?

India es seis veces más grande que España. He viajado mucho, mi último viaje fue a Ladakh, una región del Himalaya al norte de país, haciendo frontera con China. Una absoluta maravilla, con unos paisajes increíbles y una gentes de lo más sencillo y acogedor.
Desde aquí he visitado también otros países, como Dubai, Sri Lanka, Malasia, Singapur y Australia.

¿Qué es lo que más echas de menos de España?

Por supuesto la familia y los amigos, y aunque suene a tópico, la vida en la calle. También echo de menos ciertas comodidades que aquí cuesta más tener. Y, sobre todo, la tranquilidad y la limpieza, que es algo de lo que en Laguna se puede disfrutar y quizás no valoremos lo suficiente.

¿Piensas seguir desarrollando tu futuro en Delhi?

Hay días que estar aquí me encanta y otros -los menos- en los que pienso que mañana mismo me voy. Pero la verdad es que vine con la idea de estar seis meses y llevo seis años. ¡Nunca se sabe! Conozco a gente a la que India le ha derrotado y a gente a la que le ha enamorado. Personalmente, a mí me ha hecho una persona más paciente y tolerante. No es un país válido para todos, pero soy de las que piensa que no hay nada que no se pueda arreglar con una sonrisa y un poco de buen humor.