Fecha: 9 noviembre, 2017
La asociación mostrará los vestigios del convento donde se alojó Carlos I con motivo del quinto centenario de la llegada del monarca a Laguna de Duero
Continúan las actividades del V Centenario del primer viaje a España de Carlos I, que arrancó a principios de noviembre en Laguna de Duero con la ruta de pinchos. Este jueves, y para rememorar el paso hace 500 años del monarca por nuestro municipio, ha tenido lugar una charla sobre su figura dirigida a los alumnos de los institutos de educación secundaria, que ha tenido lugar en la Casa de las Artes.
Mientras tanto, este domingo está prevista, a las 12:00 horas, una visita guiada al convento de El Abrojo, que estará organizada por APHAL (Asociación para la recuperación del Patrimonio Histórico-Artístico de Laguna), una entidad que se ha volcado especialmente con el programa de actividades del centenario de la llegada del monarca. La visita arrancará en la entrada principal de la urbanización ‘El Bosque Real’, y servirá para recorrer el lugar donde se hospedó Carlos I durante su primera visita a la aldea de Laguna en 1517.
Tal y como datan los registros históricos, el joven Carlos, con apenas 17 años de edad, se alojó en el monasterio franciscano -que había sido fundado y venerado en vida por su abuela, la reina Isabel de Castilla- un 14 de noviembre, cuando el entonces príncipe se dirigía a la capital vallisoletana para ser coronado.
Allí, a orillas del Duero, permanecería cuatro días alojado en la Casa Real que allí disponían los reyes castellanos -que actualmente se encuentra en un estado bastante dañado dentro de la urbanización El Bosque Real- hasta que su recibimiento estuvo bien preparado en Valladolid.
La visita pone de manifiesto la predilección que tenían los monarcas del momento por la orden franciscana. Cuentan las crónicas del momento que el príncipe llegó a El Abrojo con unos 2.000 caballos, y como el tiempo era hermoso “fue por el camino, con sus pájaros, cazando liebres”. A su paso se encontraría con 400 alabarderos de Castilla, vestidos de rojo, amarillo y blanco, que le aguardaban en un altozano para rendirle honores. Según los cronistas, el Marqués de Villena “salió al encuentro y, apeándose de una mula por ser viejo, saludó al Rey y le siguió después en su cabalgadura hasta el Real Monasterio”.
Durante su estancia en el lugar, y antes de su partida hacia Valladolid, Carlos concedió a su hermano Fernando el Toisón de oro, leyéndole las obligaciones y preeminencias que le eran correspondientes. Se trataba este de un collar de la insigne órden del Toisón de Oro, una orden de caballería -de las más antiguas y prestigiosas de Europa- fundada en 1429 por el duque de Borgoña y conde de Flandes, Felipe III de Borgoña.