Fecha: 17 abril, 2017
La llegada masiva de vecinos jóvenes en los noventa, cuando la localidad crecía a un ritmo de mil habitantes al año, propició una gran oleada de nacimientos
Laguna de Duero protagonizó, durante los años ochenta y noventa, un boom demográfico como pocas veces antes se había visto en la provincia. En tan solo dos décadas la población se multiplicó por tres, pasando de tener un padrón de 6.393 habitantes en 1981 a los 19.013 censados en 2001. Aunque la primera oleada llegó con la construcción del complejo de Torrelago, los años noventa fueron, sin lugar a dudas, los que determinaron el crecimiento del municipio: nada menos que 10.000 vecinos -cerca de la mitad de los residentes actuales- se empadronaron durante una década en la que “sembrar ladrillos era más rentable que sembrar patatas”.
Tal y como explican diversas teorías demográficas, existe una correlación entre las localidades más jóvenes y las que más han crecido respecto al censo en la época anterior. En Laguna fue exactamente así. Casi todos los recién llegados -atraidos en su mayoría por la oferta industrial de la capital-, tenían un denominador común: eran jóvenes en edad de crear su propia familia.
Según el INE, cerca de la mitad de la población de Laguna era, en 1996, menor de 30 años. Si tenemos en cuenta que en aquellos años la edad media a la que se tenían hijos era algo menor que la actual (30 años), el cóctel dio lugar a un fenómeno que llegó a los medios nacionales unos años más tarde: Entre 2001 y 2003, Laguna se convertía en el municipio con la tasa de natalidad más elevada de Europa. Concretamente, en 2003 el municipio tenía una tasa porcentual del 14%, duplicando la de Valladolid, y superando la media nacional, que estaba situada en un 10%.
El entonces alcalde de Laguna, Jesús Viejo (IL), afirma que tras este crecimiento hubo “una clara transformación social e incluso civil, siempre en positivo”. “Llegamos tarde a una expansión industrial porque las tensiones con la capital acotaban a los pueblos de alrededor: Valladolid quería industrializarse y que absorbiéramos población como ciudad dormitorio”, explica Viejo. Según el ex alcalde, “la llegada de la crisis desmotivó finalmente nuestro cambio sociológico”.
Lo cierto es que, desde hace diez años, se ha disparado el índice de envejecimiento, agravándose la situación por la marcha de jóvenes a otras ciudades o al extranjero. Sin embargo, Laguna continúa creciendo lentamente: el pasado año su censo sumó 95 vecinos, y lo hizo mientras la capital perdía nada menos que 2.609 habitantes. De esta sangría se aprovechaba sin duda Arroyo, que amenaza con superar a nuestro municipio en población en cuatro años si continúan las dinámicas actuales. Y es que, solo en 2016, la localidad vecina sumó 551 habitantes.
“A pesar de que la crisis nos ha vapuleado, Laguna mantiene su pequeño crecimiento, si bien Arroyo podría superarnos debido al precio de las viviendas y al área urbanizable de que dispone”, afirma Jesús Viejo, quien cree que el municipio vecino “lo ha hecho bien y ofrece un nivel de servicios aceptable, aunque ha perdido su esencia como pueblo y es puro hormigón”.
Según el ex alcalde, Laguna no puede crecer mucho más debido a que no tenemos altura y hemos llegado a consolidar el suelo previsible de construcción. “El término es limitado y sumar 10.000 habitantes más daría lugar a una masificación”, afirma. Por el momento, nuestro municipio continúa como segunda localidad más poblada después de la capital, sigue generando licencias de obra cada año y basa su oferta en una cercanía con Valladolid y un entorno natural privilegiado para muchos.